“Nosotros los latinoamericanos somos expertos en crisis. No porque seamos más inteligentes que los demás, sino porque las hemos sufrido todas”. Así comenzaba semanas atrás el presidente ecuatoriano Rafael Correa una charla en la universidad de la Sorbona en París, Francia. Somos expertos en crisis —subrayaba Correa— “y las hemos gestionado terriblemente mal, porque sólo teníamos una prioridad: defender los intereses del capital, a riesgo de hundir a toda la región en una prolongada crisis de la deuda”. Y claro, como se encontraba en el Viejo Continente la comparación era inevitable: “Hoy miramos con preocupación —dijo— cómo Europa toma el mismo camino”. Con una profunda claridad Rafael Correa analizó cómo la respuesta a las crisis latinoamericanas de los años 80 y 90 consistió en poner a los Estados al servicios de los organismos financieros internacionales perjudicando abiertamente a los pueblos de los región. Hoy la misma respuesta se aplica a la crisis europea. Nuevamente el capital es el que dice por donde hay que salir. La cuestión, a seis años de iniciada la crisis, es si por ese camino encontrará alguna salida.
Por Gustavo Nagel
En los años 70 los países latinoamericanos entraron en una situación de endeudamiento externo intensivo impuesto por los organismos financieros internacionales. Durante la década del 80 América Latina vivió su crisis de la deuda. Crisis en la que se transfieren recursos por casi 200 mil millones de dólares, unos 550 mil millones al valor actual. Pese a esta fabulosa transferencia, que a partir de 1980 la deuda de la región se duplicó llegando a 443 mil millones una década después. No porque se hubieran tomado nuevos créditos sino a causa de la refinanciación y la acumulación de intereses.
Correa señaló en la Sorbona que esta descripción debía serle familiar a muchos europeos. “La Unión Europea sufre de un endeudamiento producto del fundamentalismo neoliberal. Respetando la soberanía y la independencia de cada región del mundo, nos sorprende constatar que Europa, a pesar de ser tan ilustrada, repite en cada punto los errores que ayer cometió América Latina”. Se plantea entonces una pregunta: ¿por qué no se recurre a remedios que parecen evidentes? Porque el problema no es técnico, sino político. Está determinado por una relación de fuerzas. ¿Quién dirige nuestras sociedades? ¿Las personas o el capital?
Bombardeados por la supuesta ciencia económica y por las burocracias internacionales —concluyó el presidente ecuatoriano—, muchos ciudadanos están convencidos de que “no hay alternativa”. Pues se equivocan, la realidad Latinoamericana es la muestra que hay otro camino: Poner a la economía al servicio de las mayorías y suprimir los privilegios que tienen las corporaciones financieras globalizadas.
Micro Radial del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC)