Estado y Corporaciones | Por Gustavo Nagel

05/11/2013

El historiador inglés Eric Hobsbawm escribió alguna vez que “El mundo más conveniente para las gigantes multinacionales es un mundo poblado por Estados enanos o sin ningún Estado”. A escala nacional el multimedios Clarín es la prueba concreta de ese deseo: 4 años logró frenar una ley que módicamente pone límites a su voracidad en el mercado audiovisual. Decimos módicamente porque el mismo grupo en los Estados Unidos no podría tener al mismo tiempo un diario y un canal de Televisión. En la Argentina la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual se lo permite, aunque imponiéndole límites.

Los neoliberales que representan los intereses de los poderes económicos pretenden un Estado mínimo que no interfiera en sus negocios. Sin embargo, el balance de los últimos diez años en líneas generales es positivo para el Estado y para las mayorías populares. Hoy el Estado tiene una autonomía considerable respecto de las corporaciones y puede preservarse mejor de las presiones que sufrió en estos 30 años de democracia recién cumplidos. Los ejemplos están frescos en la memoria. Al finalizar su mandato, Raúl Alfonsín estaba encorsetado por la deuda externa y las corporaciones apuraron su salida, más para marcarle la cancha al futuro presidente que para castigar al propio Alfonsín. Lo cierto es que en febrero de 1989 el dólar costaba 17 australes, en marzo 50, en abril 106 y en mayo 170. El adelanto de las elecciones posibilitó que la famosa patria financiera hiciera una formidable diferencia y dos años después la moneda nacional quedó atada al dólar vía la Convertibilidad, con toda la pérdida de independencia monetaria que sufrimos en los años 90. El resultado de esos diez años de neoliberalismo salvaje fue el abismo de diciembre de 2001.

Hoy la cuestión es bien diferente. Es cierto que los grandes grupos económicos tienen todavía una desmedida fuerza mediática y capacidad de lobby para chantajear a la Justicia, al Parlamento y al propio Poder Ejecutivo. Es cierto también que pueden demorar la aplicación de una ley. Sin embargo, no es menos cierto que en un balance de la última década el Estado sale ampliamente beneficiado. No sin escollos, es verdad. En este sentido podría enumerarse una larga lista: retrasos y fallas en la política energética y de transporte, pérdida de credibilidad en el sistema estadístico, problemas con la cuestión cambiaria. Todos temas que deben ser resueltos para no dejar resquicios al neoliberalismo y sus argumentos que pretenden mellar la autonomía del Estado en su intento por lograr ese Estado enano al que aludía Eric Hobsbawm.

La historia ha sido implacable, achicar el Estado no significo agrandar la Nación, sino permitir la concentración de la riqueza en pocas manos. Por el contrario un futuro de igualdad de oportunidades y de equitativa distribución de la riqueza, exige asegurar la presencia de un Estado fuerte y activo que lo garantice.

 

Micro Radial del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC)