Menéndez, la muerte de un genocida

12/03/2018

IADE-RE | Opinión

Por Emilio Friszman, miembro del Frente de DDHH PSol CABA

Menendez

Cachorro o Chupete para sus jefes y pares. La Hiena o el Chacal para sus subordinados y víctimas.

Alguien, por estos días dijo: “Ha muerto la muerte”. Y tal vez se le acercó.

De familia marcada por la vocación militar que supo dar destacados exponentes, claro que para combatir a los enemigos de las familias patricias más que por seguir el espíritu sanmartiniano. Su primo Mario Benjamín -de triste fama por su pobre desempeño como Comandante en Malvinas, aunque el único que combatió en algo parecido a una guerra con un enemigo externo-. Su abuelo, participó del genocidio indígena en la mal llamada “conquista del desierto”, su tío Benjamín encabezó un fallido golpe contra el gobierno justicialista en 1951. Y el mismo, acríticamente abrazó la “Doctrina de la Seguridad Nacional” de manos de sus maestros franceses de la OAS[1], derrotados en Indochina y Argelia, y luego se “perfeccionó” –si cabe el término- en Fort Lee [2] junto a represores de toda América del Sur.

Luciano Benjamín Menéndez aceptó el rol subalterno policial que le asignaban a los ejércitos latinoamericanos. Esencialmente consistía en el combate contra un enemigo definido como “subversivo” -amañada interpretación de “amenaza externa” despojada de humanidad- pero que en los hechos era todo habitante que no se ajustara al chato e injusto modelo que la dictadura proponía haciendo suyos los intereses contrarios a las mayorías como guardias pretorianas de los grupos de poder. A propósito, ese formato parece querer reinventarse en estos tiempos.

En tal contexto fue ideólogo, organizador y fanático líder, afecto a ensuciarse las propias manos en los más cruentos métodos del terrorismo de estado. Ello, entre otras cosas, le valió el respeto de sus centuriones y el temor de sus pares, que no osaban inmiscuirse en su feudo ni para interceder por la vida de algún familiar o amigo cercano. “Si está en manos de Menéndez no puedo hacer nada” se escuchó decir al propio Jorge Rafael Videla, presidente de facto.

Fue celoso cultor de la estrategia de comprometer a todos los integrantes de las fuerzas en el exitoso pacto de silencio que perdura hasta nuestros días, mediante acciones represivas de participación obligatoria que forjaron complicidad directa induciendo el temor entre los menos convencidos.

Los juicios, impulsados incansablemente por los organismos argentinos defensores de los derechos humanos, merced a los centenares de testimonios que dieron cuenta del horror más inenarrable, mostraron a la luz pública el plan sistemático de desaparición, tortura y eliminación mediante los centros clandestinos de detención, verdaderos infiernos del exterminio, que supo construir, organizar y dirigir, así como también el férreo ocultamiento de pruebas que garantizara la impunidad futura.

Ninguna de las sistemáticas prácticas represivas le fue ajena, incluso también la apropiación de bebés, los muy buscados nietos por las Abuelas de Plaza de Mayo y el saqueo de pertenencias como “botín de guerra”.

Así, la sociedad argentina consiguió condenar al ex general de división en 13 causas de crímenes contra la humanidad en largos y lentos juicios, pero con todas las garantías procesales de las que no gozaron ni una sola de sus miles de víctimas.

El sonsonete de una tercera guerra mundial, cuyo remoto enemigo sería un comunismo internacional que amenazaba el estilo de vida occidental y cristiano, se repetía en los alegatos que solía desarrollar frente a sus jueces, sin mayores precisiones, repetidos como verdades absolutas que no requieren prueba.

Su pertenencia ideológica es una mezcla de ideas muy común entre ciertos grupos de militares que se han visto a sí mismos como entusiasta brazo armado oligárquico. Nacionalista, mas solo de la bandera, el himno, la escarapela y algunos intrascendentes temas limítrofes, ultracatólico, xenófobo y racista, fue en realidad insensible al entreguismo cipayo de sus admirados amigos liberales de la Fundación Mediterránea que en los 90 siguieron el camino dejado por el equipo de José Alfredo Martinez de Hoz durante la dictadura. Llegó a fundar un insignificante partido de extrema derecha que pasó sin pena ni gloria, probablemente por no poder ocultar el veneno antidemocrático que circulaba por sus venas. Se recuerda el episodio que protagonizó, ya en democracia, persiguiendo a quienes lo increparon a la salida de un programa periodístico, cuchillo de comando en mano.

Antes de ello, terminó por agotar la paciencia, incluso de sus camaradas, cuando pretendió torpemente, empujar el conflicto del canal de Beagle hacia una delirante guerra con Chile afortunadamente desarmada por la coyuntura internacional y la intervención del Papa Juan Pablo II.

Como tantos otros grandes exponentes de las dictaduras, hizo bastante más de lo que se esperaba de él. En lugar de defender la soberanía nacional, su autonomía económica, científica y tecnológica, los recursos naturales y energéticos, la independencia –contrafigura de militares como Savio, Mosconi y muchos otros entre los que se cuentan quienes luego fundaron el CEMIDA[3], símbolos del compromiso con los intereses nacionales- no dudó en dirigir la fuerza de su poderoso 3er. Cuerpo de Ejército con el que manejaba la mitad de las provincias argentinas, para perseguir estudiantes, sindicalistas, maestros, artistas, intelectuales y todo tipo de militantes, los menos verdaderos combatientes armados. Enfrentamientos, los hubo. Sin embargo, la abrumadora mayoría de detenidos y detenidos desaparecidos fue aprehendida en sus casas, en sus lugares de trabajo o de estudio, en la oscuridad y niebla de la madrugada, contradiciendo sus argumentos de sacrificado soldado en el fragor de imaginarias batallas que nunca tuvieron lugar.

Son pocos los que fueron a despedirlo y menos aún quienes lo han llorado, pero la historia, memoria colectiva que se construye sólo con verdad y justicia, lo registra en toda su dimensión de jerarca del terror de Estado, criminal de lesa humanidad, de la clase que gozaba con su tarea, para la que no reconocía límite.

 

[1] Organisation Armée Secrète. Francia.

[2] Base militar. Virginia. USA.

[3] Centro de Militares para la Democracia Argentina.