Las Naciones Unidas proclamaron a 2012 como el “Año Internacional de las Cooperativas” con el objetivo de darle visibilidad a una forma de organizar la producción, comercialización y consumo de bienes y servicios de un modo solidario, en función de las necesidades de los asociados y de la comunidad en general. Uno de los principios de la cooperación establece la Independencia y Autonomía del movimiento frente al Estado pero la autonomía no implica indiferencia ni neutralidad frente a la realidad. Por el contrario, consideramos que debe haber un posicionamiento claro en defensa de los intereses de los asociados y de la comunidad en su conjunto y por ello no se puede soslayar que estamos frente a un escenario de pugna entre dos proyectos de país: o se avanza, profundiza y perfecciona el modelo de la última década, o vamos hacia un destino incierto que podría significar un retroceso trágico.
“El camino hacia la Utopía requiere muchas batallas, pero sin duda la más importante es la batalla cultural” Floreal Gorini (1922-2004)
El socialismo del Siglo XXI ¿es un sueño imposible? Más aún, ¿tiene vigencia la idea de construir una sociedad sin explotados ni explotadores, donde cada uno aporte al bien común según su capacidad y reciba según sus necesidades?
El mundo está en crisis y la mayoría de los pronósticos augura innumerables penurias a los pueblos afectados durante largo tiempo. Nadie se atreve a ponerle una fecha probable de finalización. Pero, además, como ya se sabe por las experiencias históricas, luego de procesos como el que castiga a buena parte de la humanidad y en el centro del capitalismo mundial, se sale con más concentración de la riqueza y mayor exclusión social.
Hace poco, durante un reportaje que hice para el programa “Desde la gente”**, el entrevistado, Angel Petriella, doctor en sociología y presidente del Instituto de la Cooperación (Idelcoop) decía que en la Edad Media, aunque los pueblos de entonces hubieran decidido distribuir la riqueza con equidad, hubiera sido imposible porque el mundo era pobre. Sin hablar de lujos, los alimentos no alcanzaban para todos.
En cambio, actualmente hay lo suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero como decía el Mahatma Gandhi, “no tanto como para alimentar la avaricia de unos pocos”.
Este es el nudo del problema y el modo como la humanidad logre desatarlo marcará el porvenir. Tarea nada fácil, por cierto, porque cuando se habla de resolver el flagelo de la pobreza, en rigor debería hablarse de resolver el gravísimo problema de la riqueza. O sea, el reparto de la torta con equidad y solidariamente.
Claro, podrán decir los lectores a esta altura de la nota, es fácil decirlo pero, ¿cómo se hace?
Pues bien, no pretendemos dar recetas mágicas ni descubrir el secreto de la piedra filosofal. Solamente reseñar lo que millones de personas vienen practicando desde hace más de un siglo y medio, que no ocupa las tapas de los diarios de mayor circulación ni aparece en las pantallas de TV (ni siquiera en los zócalos), pero existe. Se trata del movimiento cooperativo, que actualmente congrega a mil millones de seres humanos en todo el planeta.
“Las empresas cooperativas ayudan a construir un mundo mejor”
Bajo ese lema, las Naciones Unidas proclamaron a 2012 como el “Año Internacional de las Cooperativas”, con el objetivo, entre otros, de darle visibilidad a una forma de organizar la producción, comercialización y consumo de bienes y servicios de un modo solidario, en función de las necesidades de los asociados y de la comunidad en general.
Seguramente, un habitante de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires carece de conocimientos y experiencias en la materia, especialmente si es joven y no ha tenido la oportunidad de ser asociado de El Hogar Obrero, por ejemplo. Pero si uno recorre las provincias y el interior profundo de la República Argentina podrá constatar que innumerables poblaciones tienen electricidad, gas, agua corriente, redes cloacales, servicios de salud, tiendas de consumo, seguros generales y otras prestaciones gracias a las cooperativas. Entidades que son el fruto del esfuerzo mancomunado de los propios habitantes, cuya historia tiene, en muchos casos emblemáticos, cerca de un siglo de actividad continua.
Acerca de esto último bastaría con mencionar a la Cooperativa Obrera, con epicentro en la ciudad de Bahía Blanca y presencia en más de 90 localidades, que ya cumplió más de nueve décadas de fecunda existencia asegurando el abastecimiento de más de un millón de asociados a través de su red de supermercados en el sur del país.
Con una antigüedad parecida podemos nombrar a la Cooperativa Popular de Electricidad de Santa Rosa, o a la Cooperativa Eléctrica de Zárate y también a la Cooperativa Eléctrica de Punta Alta, la más antigua en esta rama de la economía solidaria.
Aunque no sean noticia (por ahora, claro), las cooperativas eléctricas abastecen a más de siete millones de compatriotas. Y las de agua y redes cloacales a más de cuatro millones.
Además, el aporte del cooperativismo al Producto Bruto Interno asciende al 10 por ciento de la riqueza que se genera en territorio nacional, con la singularidad de que los excedentes no se fugan, sino que se reinvierten para ampliar y mejorar en forma constante la calidad de los servicios.
El doctor Juan B. Justo, fundador de El Hogar Obrero y del Partido Socialista, decía que “la cooperación libre es la solidaridad para hacer”. Y, en una versión actualizada de su pensamiento, podríamos afirmar que se trata de hacer una sociedad más justa, solidaria y humanista, respetuosa de la dignidad de las personas y responsable de cuidar la naturaleza.
Ahora bien, con ser un movimiento de dimensión mundial, el cooperativismo alberga en su interior a una gran diversidad de enfoques. Si bien la doctrina común está expresada en un conjunto de siete principios o reglas de oro y valores sistematizados por la Alianza Cooperativa Internacional (ACI, organismo ecuménico del cooperativismo fundado en 1895), las corrientes ideológicas que conviven al interior reflejan el componente social que las nutre como así también la ubicación en el escenario mundial.
Así, por ejemplo, puede constatarse una visión eurocéntrica por parte de los referentes cooperativos del viejo continente, en cuyas empresas cooperativas tiene un significativo peso específico la socialdemocracia o el socialcristianismo.
Hay quienes consideran a las cooperativas como una rueda de auxilio del capitalismo despiadado. O sea que limitan su accionar al de una ambulancia que recoge y atiende a los desplazados del mercado por la acción voraz del modelo neoliberal y las grandes corporaciones.
Existen cooperativas exitosas que cumplen con los principios, pero se limitan a organizar y prestar servicios en condiciones beneficiosas para sus asociados. Algo que está muy bien y es encomiable, pero en opinión de la corriente que expresa quien suscribe esta nota es necesario, aunque no suficiente.
Floreal Gorini, el gran hacedor del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC) y fundador del Centro Cultural de la Cooperación que lleva su honroso nombre, hizo un aporte invalorable al ideario cooperativo, definiéndolo con un instrumento de transformación social.
Para decirlo en términos sencillos, consideramos que no alcanza con producir pan utilizando harina de la mejor calidad y venderlo al precio justo y el peso exacto. Además hay que predicar los valores del cooperativismo y elevar la consciencia social de los asociados. Es decir, aportar a la batalla cultural para que se pueda construir, efectivamente, un mundo mejor.
Propuesta para construir un país con más democracia y equidad distributiva
Uno de los principios de la cooperación, el cuarto en el orden con que son formulados tradicionalmente, establece la Independencia y Autonomía del movimiento frente al Estado. El primero de ellos, conocido como de Puertas Abiertas, expresa que las cooperativas no discriminan por motivos políticos, étnicos o religiosos. Más aún, la bandera del cooperativismo contiene los colores del arco iris, simbolizando la unidad en la diversidad.
Pero tanto la independencia, la autonomía o la pluralidad de su membresía no implican indiferencia ni neutralidad frente a la realidad. Por el contrario, consideramos que debe haber un posicionamiento claro en defensa de los intereses de los asociados y de la comunidad en su conjunto.
Con ese criterio, el IMFC elaboró un documento cuyo título encabeza este segmento de la nota, destinado a formular un conjunto de medidas para resolver o avanzar, según cada caso, en las medidas indispensables para mejorar la calidad de vida de la población. O, para decirlo con palabras de la Constitución boliviana, en función del buen vivir de todos los habitantes de la República.
Ya en tiempos del menemismo, a comienzos de los 90, el Instituto emitió su primera versión de la Propuesta con una crítica del modelo neoliberal. Pero fue en febrero de 2002, en plena crisis provocada por la sobredosis de neoliberalismo, cuando el IMFC lanzó un documento que condensaba en su título una posición clara y un compromiso irrenunciable: “Propuesta Cooperativa para enfrentar la emergencia y refundar la Nación”.
Allí se formulaba un diagnóstico claro y contundente de la situación por la que atravesaba la Argentina, puntualizando sus causas profundas y detallando un conjunto de medidas urgentes, entre las cuales estaba lo que luego se llevó a cabo como Asignación Universal por Hijo, la recuperación del sistema previsional, el restablecimiento de las convenciones colectivas de trabajo y la reforma del sistema financiero, entre otras propuestas programáticas.
Años más tarde, en 2008, elaboramos la nueva versión del documento, en el cual se describía el complejo escenario de entonces dentro del capítulo titulado “La Argentina que tenemos: aportes para un diagnóstico actual”. Más adelante se detallaban los logros del modelo iniciado el 25 de mayo de 2003, bajo el mandato del recordado Presidente Néstor Kirchner y luego liderado por la Presidente Cristina Fernández de Kirchner.
Sería largo y excede el propósito de este artículo transcribir el contenido de las 64 páginas de la mencionada Propuesta, pero sí nos parece indispensable señalar lo siguiente: muchas de las reivindicaciones planteadas allí se fueron cumpliendo mediante iniciativas parlamentarias del Poder Ejecutivo nacional y las políticas públicas implementadas por el Gobierno.
El reclamo de una reforma de la Ley de Radiodifusión impuesta por la dictadura cívico militar se concretó con la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Se recuperó el Sistema Previsional, dejando sin efecto al perverso engendro de las AFJP. Recuperamos Aerolíneas Argentinas e YPF, dos empresas emblemáticas que hacen a la soberanía nacional. Se fomenta el crecimiento y la consolidación del mercado interno, como sustento indispensable de un proyecto nacional emancipador. Y si bien está pendiente la sustitución de la Ley de Entidades Financieras pergeñada por Martínez de Hoz como parte de la dictadura genocida, en 2012 se reformó la Carta Orgánica del Banco Central, recogiendo muchos de los artículos y fundamentos del Proyecto de Ley de Servicios Financieros para el Desarrollo Económico y Social presentado por nuestro diputado nacional y dirigente cooperativista Carlos Heller en la Cámara de Diputados de la Nación, con el respaldo de un millón de firmas.
Por estos días y como parte de una decisión política sustentada en la nueva Carta Orgánica del BCRA, se dispusieron pautas regulatorias para abaratar el costo de los servicios financieros. Otro hecho destacable que se inscribe en un concepto que siempre defendimos desde el espacio cooperativo que lidera el Instituto Movilizador: la necesidad de un Estado presente y activo, única garantía para preservar y asegurar el goce de los derechos ciudadanos.
En conclusión
Hay otra forma de organizar la producción de bienes y servicios. Existe un instrumental teórico y una práctica exitosa desarrollados por el cooperativismo desde hace más de ciento cincuenta años. La existencia de cooperativas de gran dimensión que están por cumplir un siglo de fecunda labor en nuestro país demuestra que estas empresas de la economía solidaria han podido superar las más diversas crisis que azotaron a la Argentina en ese lapso de la historia.
Imaginemos, entonces, la potencialidad que tendría la articulación del movimiento cooperativo con las más diversas organizaciones populares, tanto a nivel nacional como regional e internacional, para impulsar las transformaciones indispensables que demanda ese otro mundo necesario y posible.
Finalmente, en una referencia directa y concreta para la coyuntura que vive nuestro país, no nos resulta indiferente el resultado de las elecciones legislativas de octubre. Más allá del posicionamiento partidario de cada cooperativista, no se puede soslayar que estamos frente a un escenario de pugna entre dos proyectos de país: o se avanza, profundiza y perfecciona el modelo de la última década, o vamos hacia un destino incierto que, por lo que preanuncian los voceros del arco opositor, significaría un retroceso trágico.
Somos autónomos e independientes, pero no somos neutrales. Por eso y porque gran parte de nuestras propuestas se han hecho realidad en el transcurso de esta década ganada, no tenemos dudas sobre el camino que debemos elegir.
*Gerente General del IMFC, diputado de la Legislatura Porteña – Bloque Nuevo Encuentro.
**Programa dedicado a la economía solidaria que se emite por AM 770 Radio Cooperativa, los sábados de 8:30 a 9:30 horas.
Publicado en La Tecl@ Eñe Revista Digital de Cultura y Política, Número 59, Agosto de 2013