A casi dos meses de iniciado el nuevo régimen cambiario, todo parece indicar que la principal herramienta de presión mediática de los capitales especulativos se desinfla definitivamente. Dicho de otro modo, la batalla del dólar parece tener un ganador.
Por Gustavo Nagel
El tan mentado “cepo” —por llamarlo en los términos que lo llamó la oposición— no tuvo como objetivo central molestar a esa clase media que supone que el mejor medio de ahorro es el verde billete, sino que buscó ser la herramienta que evitara una devaluación, por la que venían presionando varios sectores interesados en mellar al gobierno nacional. Hay que decir que como herramienta fue efectiva para frenar el drenaje de capitales. Sin embargo, como contracara permitió que se genere un mercado paralelo, el del dólar ilegal que algunos llaman dólar blue. Ese mercado, pese a que desde el principio no movió cifras significativas, operó sí como punta de lanza del argumento del: “atraso cambiario” y esto, en definitiva, sobredimensionó las expectativas de devaluación.
Para el equipo económico la prioridad de esa pelea pasaba por estabilizar la cotización del dólar y por bajar al mínimo posible la brecha con el paralelo cosa de aplacar las expectativas de una mayor devaluación. Estas dos metas se alcanzaron. El dólar cotiza por debajo de los 8 pesos —nivel de convergencia aceptable para los objetivos de la política económica del gobierno— y el famoso blue ya es un fantasma que no asusta a nadie. Está claro que el gobierno no puede bajar los brazos. Todavía hay gurues de la City que encuentran eco en los medios hegemónicos que siguen hablando de “atraso cambiario” como si no hubiese sucedido, entre enero de 2013 y enero de 2014, una devaluación del 60 por ciento.
Pero que el gobierno haya logrado desbaratar las maniobras de desestabilización cambiaria, que haya logrado esquivar con éxito los más catastróficos pronósticos sobre el devenir de la economía nacional, no significa que la cuestión se haya zanjado definitivamente. Todo este meneo alrededor del dólar y la devaluación tiene su origen en la restricción externa de divisas. Como señaló el profesor Aldo Ferrer, uno de los fundadores del Plan Fénix, esa restricción de divisas es consecuencia de un modelo productivo desequilibrado, dependiente de las importaciones y es el factor fundamental del déficit comercial externo de las manufacturas de origen industrial.
En resumen, el gobierno viene piloteando con éxito todas las presiones. Sin embargo, la cuestión de fondo persiste y se deben plantear soluciones estructurales, hay que seguir industrializando el país, para equilibrar la balanza de pagos y para seguir generando empleo de calidad que permita una distribución de la riqueza más equitativa.