Página/12 | Opinión
Por Edgardo Form, Legislador porteño por Nuevo Encuentro.
En la ciudad de Buenos Aires estamos viviendo momentos que podríamos catalogar como de “emergencia educativa”. Nada más ni nada menos que miles de chicos sin vacantes en la escuela pública, la mayoría niños y niñas menores de cuatro años. Tenemos también obras de infraestructura sin terminar o, lo que es peor, obras finalizadas que terminan rompiéndose. También fuimos testigos de cierres de cursos y grados durante 2012 con el argumento de que había aulas con muy pocos estudiantes. En febrero del 2009, vivimos la sanción que recibió el primer ministro de Educación que tuvo la ciudad bajo la gestión PRO, Mariano Narodowski, tras ser responsable de la faltante de vacantes en nivel inicial de la Ciudad, motivo por el cual tuvo una multa diaria de cincuenta pesos. En ese mismo momento, pero por el conflicto de vacantes en guarderías, la entonces ministra de Desarrollo Social y actual vicejefa de Gobierno porteño, María Eugenia Vidal, recibió una multa similar.
Si hablamos de números, el presupuesto destinado a infraestructura escolar para el año 2013 fue 52,31 por ciento menos que el destinado en 2012, pasando de 293.436.883 pesos a 157.876.079 pesos. Así, mientras en 2012 la partida para infraestructura representaba un 3,44 por ciento del presupuesto educativo, en 2013 pasó a 1,6 por ciento. Los números son más alarmantes si comparamos lo presupuestado para el año 2009 respecto de lo destinado para el 2014: en el presupuesto 2009, el monto destinado a la Dirección General de Infraestructura y Equipamiento era de 243.489.616 pesos, mientras que en 2014, 231.172.410 pesos. Es decir, no sólo no aumentó de un año a otro, sino que se redujo.
Y para colapsar aún más la situación existente, en diciembre pasado el macrismo puso en práctica la famosa “inscripción on line”. Esta medida, que se basa en la falsa dicotomía virtual/presencial, suponiendo que lo virtual es necesariamente mejor que la inscripción cara a cara con el docente, el directivo y la escuela, tuvo los resultados que todos y todas advertimos en su momento: un éxito para el macrismo porque contribuye a vaciar la escuela pública. Se vacía la escuela pública porque, en forma irresponsable e inescrupulosa, el Gobierno de la Ciudad promovió una inscripción para la que no tenía la cantidad de vacantes necesarias, porque exhibió la falta de inversión en edificios escolares y porque además contrató personal tercerizado para llevar adelante la novedad virtual. El saldo político-educativo es nefasto y sus respuestas son dos: o que las familias anoten a sus hijos en escuelas privadas o que los dejen hacinarse en aulas containers.