En medio de la disputa entre el gobierno argentino, los fondos buitres y el juez estadounidense Thomas Griesa —que más que juez parece el patrocinador de esos fondos buitres—, hubo una noticia que pasó casi desapercibida y que habla del nivel de endeudamiento de la Ciudad de Buenos Aires. En este sentido un ejercicio interesante es comparar la relevancia que da el gobierno nacional al endeudamietno y la que le da el gobierno macrista. Ahí puede verse una clara diferencia en la política económica de unos y de otros.
El gobierno nacional tiene una concepción que podría definirse como desarrollista, keynesiana, de impulso y expansión del mercado interno, mientras que el gobierno de Macri hace suyos todos los conceptos del neoliberalismo de los años 90, en el que el endeudamietno externo y la valorización financiera eran el eje de la política económica.
Pero echemos una mirada sobre los datos duros.
Según datos del propio gobierno de la Ciudad y que están publicados en la página del Ministerio de Hacienda, la deuda porteña creció un 42 por ciento en lo que va del año. Pasó de poco más de 4.100 millones a algo más de 6.000 millones, monto que podría llegar a fin de año a los 9 mil millones si finalmente se concreta una colocación de deuda que Macri tiene autorizada.
Otro dato que asusta. El stock de deuda desde que Mauricio Macri se hizo cargo del gobierno porteño allá por 2007, se triplicó. Sí, sí escuchó bien: Macri triplicó la deuda del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en solo cinco años de gestión.
Ahora bien, habría que señalar que la deuda en sí misma no es ni buena ni mala, es una herramienta, un instrumento. La cuestión es saber en que se utilizan los fondos, es decir el uso de esos fondos indica la impronta de una gestión económica. ¿En qué usa el dinero que pide prestado Macri? En los años de gestión Pro el nivel de inversión sobre el total del gasto fue del 15 por ciento en promedio en tanto que el resto se destinó a gasto corriente. Dicho de otro modo, de cada 100 pesos que Macri pidió prestados 15 los invirtió en obra pública y 85 fueron a parar a gastos corrientes. Cualquier coincidencia con la metodología del nefasto Domingo Cavallo no es casualidad es estricta rigurosidad ideológica.
Y si esto hay que traducirlo a la cotidianeidad porteña se podría señalar, por ejemplo, el hecho de que para el año próximo Macri va a reducir en un 52 por ciento la inversión en infraestructura escolar, mientras que incrementará el subsidio a la educación privada, según se desprende del proyecto de Presupuesto 2013 del gobierno de la Ciudad. Otra vez, cualquier coincidencia con los neoliberales años 90 no es pura casualidad sino pura coincidencia ideológica.