La economía no repunta. Ese es el diagnóstico de los economistas de la ortodoxia y de la prensa monopólica. Cuáles son los argumentos para tal diagnóstico. Que la economía argentina no crece porque el consumo baja, porque la recaudación cae y la culpa de todo la tienen el cepo al dólar, la situación energética, la caída de la inversión externa y la inflación.
Este último punto, la inflación, es algo así como la madre de todos los problemas de la economía nacional. Dicen, además, que según todos los sondeos de opinión la inflación está al tope de los problemas de los argentinos. Y pronostican —porque además de todo, también se dedican a develar el futuro de la economía— que en 2013 la inflación estará estable en tasas altas y que el ritmo inflacionario determinará un estancamiento de los salarios en términos reales.
Ahora bien, a poco de analizar mínimamente estas afirmaciones cualquier neófito con un poco de información advierte que se trata de argumentos falaces. Es cierto que la inflación causa malestar e irritación en amplios sectores de la sociedad pero ¿tanto como para ser el principal problema de los argentinos?
Desde 2007 la tasa de inflación es de dos dígitos. Según el cálculo oficial que hace el cuestionado Indec la inflación es del 10 por ciento anual. Mientras que las encuestadoras privadas —de las que nadie sabe cómo hacen sus cálculos—, hablan de un 20 por ciento anual. O sea, en los últimos cinco años hay una inflación en torno de los 10 y los 20 puntos por año. Paralelamente, las negociaciones colectivas de trabajo vienen permitiendo que los distintos gremios negocien aumentos salariales por arriba de cualquier índice inflacionario, ya sea el oficial o el que dicen las consultoras privadas. Dicho de otro modo, esa puja entre salario e inflación se viene desarrollando por lo menos hasta ahora sin deteriorar el poder adquisitivo del salario.
Sobre este último punto solo hay que hacer una salvedad y que tiene que ver con la aún alta tasa de empleo informal de casi el 34 por ciento. Ahí sí la inflación es preocupante porque los aumentos que se consigan en esa franja de la economía en negro difícilmente acompañen o superen el ritmo inflacionario.
La economía nacional, entonces, está lejos de ser un jardín de rosas, pero más lejos aún está de ser la catástrofe que día a día nos dibuja el poder mediático hegemónico, mas aún cuando miramos un poco mas lejos y vemos la crisis por la que atraviesa el mundo, donde la desocupación acecha a enormes sectores de la población. Y nosotros sabemos de sobra, que no tener trabajo es el peor de los flagelos que nos ha tocado vivir.