Finalmente, el giro discursivo de 180 grados que había dado Mauricio Macri la noche en que la segunda vuelta porteña confirmó a Rodríguez Larreta como su alcalde sucesor, se convirtió la semana pasada en un giro de 360 grados. O sea volvió al punto de partida. Lo del Estado activo, lo de valorar la recuperación de YPF y las políticas sociales de la última década como la Asignación Universal, la recuperación de las AFJP, los más de 3 millones nuevos de jubilados, todo eso fue —como suele decirse— un discurso para la tribuna. Para una tribuna que no es la propia, porque cuando dijo que en su hipotético gobierno YPF seguiría siendo del Estado, su propia tribuna le contestó, desconcertada, con un rotundo NOOO!!!
Por Gustavo Nagel
En verdad, Macri nunca cambió de idea sino que las encuestas primero y las PASO nacionales después lo obligaron a posicionarse con un discurso más amigable para los oídos de las grandes mayorías, tal como se lo aconsejó su asesor estrella, el ecuatoriano Jaime Durán Barba.
La semana pasada, cuando habló para una tribuna compuesta por los grandes empresarios, rodeado por el banquero Jorge Brito, por el presidente de la Sociedad Rural, Luis Miguel Etchevehere; y por los Presidentes de la Cámara de Comercio, de la Unión Industrial y de la Bolsa de Comercio, ahí, en su salsa, Macri volvió al discurso ultra liberal. Volvió a beber de las fuentes del mercado, ese dios todo poderoso al que toda la derecha argentino le tributa pleitecía.
Macri ahí dijo lo mismo que Melconian, que Broda y que Espert días atrás. Prometió eliminar lo que el llama “el cepo” para que sea el mercado el que regule el tipo de cambio y volvió a decir que de ganar en octubre bajará las retenciones a las exportaciones. ¿De dónde sacará recursos para financiar al Estado? Simple, su llegada al gobierno generará confianza en los inversores y lloverán los dólares en forma de inversión. Oculta que piensa pagarle a los buitres y salir a tomar deuda externa. Algo que ya hizo en la Ciudad de Buenos Aires: en ocho años de gestión Macri triplicó, en dólares, la deuda de la ciudad. En el discurso ante el establishment económico, que funcionó como una vuelta al Macri original, se lo notó mucho más a gusto y mostró con claridad que si gana la devaluación y el ajuste son inevitables.
El todavía alcalde porteño, con aspiraciones presidenciales se sacó la careta de nacional y popular y se volvió a poner la pilcha que mejor le calza: la de representante de los sectores concentrados y antipopulares. Eso ya es un adelanto: por lo menos, esta vez no mintió.
Imposible que no se nos vuelva a la memoria aquel innombrable presidente riojano que en medio de la destrucción del país, dijo con desfachatez: “si les decía lo que iba a hacer no me votaba nadie”.
Aprender del pasado y no caer dos veces en el mismo pozo es hoy el desafío de los argentinos.