Sin pena ni gloria

23/05/2013

Por Edgardo Form

Publicado en la revista Acción - Segunda Quincena Mayo de 2013

El dictador murió sin arrepentirse. Mandó secuestrar, torturar, desaparecer, arrojar seres humanos al río y el mar, apropiar criaturas, sin arrepentirse. Estaba convencido de que hacía lo correcto. Que su misión era salvar a la patria.

Al frente de la Junta Militar que impuso la dictadura cívico-militar allanó el terreno –esto es, asesinó a 30.000 compatriotas– para que José Alfredo Martínez de Hoz (otro que se fue de este mundo sin el menor arrepentimiento) aplicara su política económica para beneficio de los grandes grupos concentrados del poder y el privilegio. Jorge Rafael Videla murió en la cárcel, condenado por delitos de lesa humanidad, repudiado por la ciudadanía democrática, juzgado con todas las garantías de la ley.

Las Madres a las que arrebató sus hijos e hijas, las Abuelas que aún buscan a sus nietos apropiados por los represores, todos los familiares de los detenidos-desaparecidos jamás recurrieron a la violencia. Con perseverancia y una lucha admirable recurrieron a la Justicia, para que al igual que el dictador muerto, todos los cómplices del genocidio rindieran cuentas ante la sociedad y terminaran sus días igual que Videla, condenados y presos en cárceles comunes.

Este personaje siniestro dejó este mundo sin decir qué hicieron con los cuerpos de los que él mismo calificó como desaparecidos. Tampoco habló del destino de los niños arrancados del vientre de sus madres. Porque estaba convencido de que había hecho lo correcto. Y no era el único. No es el único. Videla y los demás son producto de una cultura, de un proceso histórico, de la fractura que ha dividido a la sociedad argentina.

Tarde o temprano se iba a morir, y lo mismo ocurrirá con sus secuaces. La biología es inexorable. Pero lo importante no es su desaparición física, sino que aquello que representa –el odio y la intolerancia hacia el diferente, el culto a la muerte– sean superados definitivamente.

No sé si su alma irá al infierno, si es que existe. Lo cierto es que no descansará en paz.