Asesinatos de dos militantes populares, Maximiliano Kosteki y Darío Santillán

26/06/2020
Kosteki y Santillan

Por Emilio Friszman

Frente de DDHH PSol CABA

El 2 de enero de ese año 2002 Eduardo Duhalde asumía interinamente la Presidencia de la Nación luego de los intensos e inestables días que preludiaron las terribles jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, la poco elegante salida de Fernando de la Rúa y el brevísimo paso de Ramón Puerta y Adolfo Rodríguez Saá por la Casa Rosada.

La administración Duhalde tuvo el signo de la transición, buscando la salida a la enorme crisis del 2001. Intentó un gobierno de unidad nacional con acento en el diálogo político e intersectorial. Protagonizó el inicio del proceso que, ya con Néstor Kirchner, puso en marcha la recuperación económica que siguió a la cruenta salida de la convertibilidad, pero mantuvo la visión confrontativa frente al creciente movimiento de organización de los amplios sectores más vulnerados por el largo período de vaciamiento económico y desindustrialización que signó toda la década del 90.

Al frente de la Secretaría de Seguridad Interior dejó a Juan José Álvarez, ex agente de la SIDE —apadrinado por el genocida Albano Harguindeguy—. Este personaje, en apariencia menor, representante de una derecha que siempre fue abiertamente antipopular, tendría central y crítica responsabilidad política en los hechos de aquel 26 de junio, cuando organizaciones piqueteras se movilizaron al Puente Pueyrredón en el marco de un plan de lucha en reclamo de aumentos salariales, subsidios para desocupados y alimentos para comedores.

Pretendían disciplinar las innumerables protestas activas que se replicaban en toda la geografía nacional y que molestaban a los sectores privilegiados. Para ello, empleando provocadores y agentes de civil, desataron una brutal represión protagonizada por la Policía de la Provincia de Buenos Aires en las cercanías de la estación Avellaneda, donde fueron asesinados, a sangre fría por efectivos policiales al mando del condenado comisario Alfredo Fanchiotti, los militantes de la entonces Coordinadora Aníbal Verón, Maxi Kosteki de 21 años, y Darío Santillán de 25.

Aquel crimen tendría sin duda un rol parteaguas en los convulsionados primeros años del siglo XXI. Además de la muerte vil de aquellos dos jóvenes cuadros del incipiente movimiento “piquetero” que comenzaba a empoderarse frente a la insensibilidad del neoliberalismo salvaje, generando opciones de economía solidaria y conduciendo ordenadamente la fuerza en ascenso de amplias masas de desplazados, también hirió de muerte al proyecto duhaldista de terminar el período abandonado por De la Rúa para luego aspirar a ser presidente electo.

En contraposición, y como él mismo lo definió en sus primeras horas como titular del Ejecutivo nacional, Néstor Kirchner dejó en claro que el Estado no debía reprimir la protesta social. Por el contrario, que debían impulsarse enérgica y urgentemente las políticas de desarrollo inclusivo que fueron el norte y guía de su gobierno.

De Maxi y Darío nos queda su entrega, su acción, su lucidez y su fe en los pueblos que luchan y no se rinden. Ellos pusieron los primeros ladrillos de los movimientos sociales que hoy son actores insoslayables de la realidad nacional.